La historia inicia con los primeros pobladores de Lules: los aborígenes. Alrededor del año 1000 AP (antes del presente) se sitúan los “juríes”, denominación que se les daba a aquellos indígenas que habitaban la región de llanura, al este de la cadena del Aconquija y Ancasti (actuales provincias de Salta, Tucumán y Santiago del Estero). Existen autores que establecen que juríes era la forma en que los Diaguitas denominaban a los Lules, es así que, juríes y lules podrían haber formado parte de un mismo grupo.
Se describe a los Lules en diversos trabajos sobre culturas precolombinas como una nación compuesta por diversas tribus guerreras, nómadas y salvajes que vivían de la caza y la pesca. Se distinguían por su agilidad y la modalidad de asaltar a otros pueblos donde el “botín” servía de sustento. Eran de contextura física alta, hábiles flecheros y se movían en grupos. Hablaban diversos dialectos por tener contacto con otras culturas, entre ellos el “Kakano”, “Tonocotés” y en menor medida el Quechua.
Se cree que habitaron el norte de Santiago del Estero y Tucumán, así como también territorios próximos a Salta. Se estima que se asentaron en el área de Tucumán antes de 1865 (año de la fundación de Ibatín) conformando una “provincia” que atravesaba el Río Lules desde la montaña hasta su desembocadura en el río Salí.
A mediados del siglo XVI, los españoles comenzaron a ingresar a estos territorios y los pueblos originarios fueron reducidos a través de las denominadas “corrientes colonizadoras”. La colonización española se extendió primero por el centro y sur de la llanura y piedemonte tucumano, e inició su expansión hacia el norte a fines de dicho siglo. El botin mas ansiado por los conquistadores era la mano de obra indígena y las tierras. Para asegurar el trabajo de los nativos, procedieron a la reducción de los pueblos en estancias, en manos de sus encomenderos.
La Estancia de San José del Monte de los Lules se originó en la Encomienda que, sobre los habitantes indígenas del lugar, se le otorgara a Juan Núñez Guevara, en 1550. Hacia 1592, estas tierras fueron entregadas por el Gobernador Juan Ramírez de Velazco en merced9, por el pago de sus servicios, al conquistador Melián de Leguizamo. Asimismo, entregó en encomienda a los nativos que allí habitaban.
En el siglo XVI su encomendero fue el vecino de la zona, Simón de
Villadiego y luego, Juan de Espinosa. Hacia fines del siglo XVII, quien aparece
en la zona, fue el maestre de campo Don Pedro de Ávila y Zárate. Ya entonces,
empezaron a construir los primeros elementos de madera, principalmente
carretas, en una carpintería creada para tal fin.
Desde el siglo XVIII, fue la acción de los Padres de la Compañía de Jesús,
la que alcanzó gran protagonismo.
La llegada de los conquistadores fue un duro golpe para las poblaciones
nativas de estas tierras. Muchos lucharon incansablemente, resistiendo a la
colonización. Otros fueron sometidos más rápidamente. Lo cierto es que, hasta
el día de hoy, a pesar de los cambios y aculturaciones sufridas, perviven marcas
identitarias muy arraigadas en costumbres, comidas, bailes, canciones, que nos
recuerdan, a cada paso, las raíces de estas tierras.
En el siglo XVI, arribaron los primeros jesuitas. La orden de los jesuitas, que era del tipo militar al servicio del Papado, fue dispuesta para viajar a los territorios americanos con leyes que ordenaban la enseñanza del castellano a los aborígenes, con el objetivo de conseguir un mejor aprendizaje de la doctrina cristiana.
Expulsados por las invasiones mocovíes, los Lules bajaron a la ciudad donde los jesuitas, que habían creado un colegio de la Compañía de Jesús en San miguel de Tucumán, les dieron lugar en la estancia de la compañía. Los religiosos, que habían entablado buenas relaciones con los Lules, les enseñaron la fé cristiana y los instruyeron en las primeras letras. La acción de esta orden se destacó y diferenció del resto de las ordenes, introdujeron un cambio importante en las formas, y en el concepto de colonización. Se centraban en atender lo temporal para luego adentrarse en lo espiritual. Es así que agrupando a los indígenas en reducciones, los liberándolos del servicio personal, malos tratos y brindándoles vivienda, protección y trabajo, la evangelización fue mas sencilla y fructífera.
Francisco de Salcedo, Vicario General del Obispado, explicaba en sus cartas cuáles habían sido los motivos que lo llevaron a encargar la creación del Colegio de la Compañía de Jesús en San Miguel de Tucumán. Al respecto, hacía hincapié en las buenas relaciones que los religiosos habían entablado con los Lules, enseñándoles la fe cristiana e instruyéndolos en las primeras letras. Rescataba la importancia de los maestros dentro de la estancia, quienes enseñaban la “virtud” y las letras, siendo humanistas, artistas y teólogos
En el año 1670, Doña Jordana de Trejo Leguisamo, heredera del primer propietario, vendió a la Orden sus tierras desde el río Lules hasta la actual capital tucumana. De este modo, los Jesuitas fueron ampliando el territorio de manera tal, que su Estancia comprendía parte del piedemonte y llanuras desde el actual San Miguel de Tucumán hasta el río Gastona, en Concepción. Comprendían los actuales territorios de San Pablo, Ohuanta y Manantial.
Estas tierras constituyeron la Estancia Jesuítica de San José del Monte de los Lules, ampliadas posteriormente, para abarcar los actuales territorios de Lules, la Reducción, San Rafael, Manuel García Fernández, Las Talas, y Bella Vista, y explotadas hasta su expulsión en 1767.
Los jesuitas desarrollaron un intensivo manejo de los recursos naturales de la zona, que se evidencia en la producción de carretas, en la elaboración de jabón, la curtiembre y monturas, sombreros y pailas de cobre. Asimismo, proveían a la región de bayetas, bayetones, yerba, granos, aguardiente para remedio y tabaco. La Hacienda explotaba los montes de la Estancia de San Pablo.
Todo era planificado, registrado y nada se dejaba librado al azar. Como objetivo prioritario de la Compañía, figuraba el contar con propiedades inmuebles con el propósito de trabajarlas y hacerlas producir. Procuraban su propia subsistencia y financiaban sus actividades. En este sentido, la estancia de San Pedro Mártir, donada por Francisco de Salcedo, fue de vital importancia y se transformó en el núcleo central de la estancia de Lules.
Al momento de la expulsión, en 1767, la Orden contaba con casi 400.000 hectáreas en la zona de piedemonte, llanura y valles intermontanos. Las “tierras bajas” comprendían la Reducción, San Pablo, el Manantial y el Taficito. Y las haciendas de Vipos y Lules concentraban la producción agrícola y artesanal, y actuaban de centros de organización de las actividades de control y comercialización de todo lo producido en el resto de las estancias
Con la llegada de los Borbones a la corona española y las transformaciones que impusieron a la colonia, la intención de secularizar sus propiedades e influencias terminó con la expulsión de los jesuitas. Las escuelas pasaron a manos de los franciscanos; el convento de la estancia de San José de los Montes de Lules, a los dominicos, y los demás bienes fueron vendidos por fracciones y arrendados.
Algunos de los principales compradores de las tierras fueron luego los que iniciaron la fundación de los ingenios en la zona (Jean Nougués, quien compró las tierras a Ayala; Juan García Cárdenas, quien le hereda las tierras a su yerno Miguel Pérez de Padilla; Julio Zavaleta, Leoncio Herrera y Pedro Márquez). Asimismo, se destaca la constitución de pequeñas y medianas propiedades, que formarán parte de la estructura agraria tucumana del siglo XIX.
Con todo, la expulsión de la Compañía de Jesús produjo cambios económicos y culturales, que tuvieron repercusión también en el ámbito educativo y religioso, así como también dejó al descubierto conflictos e intereses de poder existentes en la sociedad colonial.
Durante el periodo independentista, los territorios del actual Departamento de Lules participaron de manera protagónica en el aprovisionamiento de las tropas y el sostenimiento del ejército. La antigua hacienda de los jesuitas se convirtió en puesto de abastecimiento de las tropas del ejército revolucionario y por allí pasaron Manuel Belgrano, José de San Martín y Fray Justo Santa María de Oro.
Miguel Pérez de Padilla, que había heredado y comprado parte de las tierras de los jesuitas, miembro de la élite tucumana y vecino de Lules, estaba muy comprometido con la causa revolucionaria y fue el encargado de construir galpones en las tierras del Convento para recibir y contener a los enfermos; también estuvo a cargo del cuidado de los caballos de la tropa y del abastecimiento de los soldados.
En el libro Los Padilla de Tucumán. La Ramada de Lules, Juan Padilla menciona que su antepasado tuvo una participación importante también en la Batalla de Tucumán, librada el 24 de septiembre de 1812, informando a Belgrano de los movimientos de las tropas enemigas. Asimismo, da cuenta de una amistad que se formó entre Miguel Padilla y Belgrano, quien lo visitaba asiduamente en su casa en Lules.
Los años que sucedieron a la declaración de la Independencia fueron convulsionados en Tucumán, hubo enfrentamientos, saqueos y persecuciones entre los partidarios de Bernabé Aráoz y sus opositores. Las tierras de Lules fueron testigos de profundos y violentos enfrentamientos entre estas facciones, que tuvieron como corolario el fusilamiento de Bernabé Aráoz en 1824.
Luego de estos sucesos, el general Gregorio Aráoz de Lamadrid se hizo cargo del poder ejecutivo de forma provisoria. En este período, el caudillo riojano Facundo Quiroga, federal, invadió la Provincia en tres oportunidades entre 1826 y 1832. Lamadrid, perseguido por Quiroga e Ibarra, se refugió en la casa de Miguel Pérez Padilla en 1828, en Lules, a fin de no ser apresado. Sin embargo, finalmente fue derrotado por Quiroga, lo que garantizó la preponderancia de los federales en la región.
En 1832 se eligió gobernador a Alejandro Heredia, de extracción federal, que se dispuso a ordenar la Provincia en los aspectos administrativos, económicos, edilicios y educativos fundamentalmente. Reelegido en 1838, sufrió los asedios de los unitarios luego del asesinato de Quiroga. Finalmente, un atentado acabó con su vida cuando iba en camino a su finca “La Arcadia”, que se encontraba a orillas del río Gastona. Esto sucedió en el trayecto y llegando al Convento de San José del Monte de los Lules. Heredia fue atacado por una partida armada encabezada por el comandante Gabino Robles, con quien había tenido grandes diferencias durante su estadía en Salta, meses antes.
Hacia 1841, Celedonio Gutiérrez fue elegido gobernador y endureció la persecución contra los unitarios. Enfrentado con el gobernador santiagueño Taboada, que había apoyado a sus detractores, libraron diferentes contiendas que finalizaron con la derrota del tucumano. Lules fue también escenario de la denominada batalla de “Los Laureles”, en la que se enfrentaron las fuerzas combinadas de Taboada y Del Campo frente a las de Gutiérrez, en un paraje con ese nombre, muy cercano a la localidad de La Reducción. El sangriento enfrentamiento dio por terminadas las diferencias entre federales y unitarios en la región y, a partir de entonces, las fuerzas liberales tendrían preponderancia en la Provincia.
La Revolución de Mayo de 1810 provocó un cambio que trajo aparejada la participación de los sacerdotes en política. Es así que en una época en que la Iglesia estaba inserta en cada espacio de la vida social, el padre Zoilo Domínguez fundó en noviembre de 1851, San Isidro Labrador, en un paraje camino a Famaillá, en honor a la fecundidad de estas tierras para la agricultura.
Zoilo Domínguez había nacido en Tucumán en 1817, hijo de un destacado cabildante, se inclinó por la vida eclesiástica, una de las opciones profesionales de los jóvenes hijos de las familias privilegiadas y, por lo tanto, portadores de una formación intelectual importante. Estudió en la Universidad de Córdoba y se doctoró en Teología en Buenos Aires.
Fue designado para ejercer su sacerdocio en el Curato de Monteros, en Tucumán, y luego en el Curato de Famaillá. Allí sirvió por diez años y fue diputado en la Legislatura Provincial representando a este mismo departamento.
El padre Zoilo fue un gran estudioso y se destacó en el campo de la teología, la filosofía y las letras. En su plan para la nueva ciudad, había un amplio terreno para la futura escuela que anhelaba construir cuando la población creciera y fuera una necesidad. También gestionó la construcción de una iglesia para la villa. Sin embargo, no pudo ejercer allí su sacerdocio ni conseguir muchos de sus proyectos, ya que era amigo y partidario de José María Campos, quien se enfrentó a Celedonio Gutiérrez en la citada batalla de Los Laureles.
El Concejo Deliberante de Lules estableció como fecha fundacional de la ciudad el 20 de noviembre de 1851. La ciudad de San Isidro ya contaba con una importante población en crecimiento. Importantes familias relacionadas a la industria azucarera la convirtieron, hacia 1870, en un territorio pujante.
Con la derrota de Rosas en 1852 y el posterior acuerdo de San Nicolás, se empezó a transitar el camino hacia la Constitución Nacional, la cual vio la luz en mayo de 1853 basada en los escritos del tucumano Juan Bautista Alberdi. Allí se establecieron disposiciones destinadas a organizar y dar institucionalidad al orden estatal, destacándose la reglamentación sobre el régimen municipal en aquellas zonas bien pobladas. Hacia 1856 se aprobó la Constitución de la provincia de Tucumán, que establecía la división del territorio en nueve departamentos: Capital, Trancas, Burruyacú, Famaillá, Monteros,Leales, Río Chico, Chicligasta y Graneros.
En 1869, por la gran población y extensión que presentaba el Departamento de Famaillá, se decidió crear dos jurisdicciones separadas: Lules y Famaillá. En principio, el proyecto estipulaba la creación de dos departamentos, pero no llegó a concretarse. Se separaron, en cambio, dos distritos, divididos por el río Colorado, con lo cual quedó Lules como Municipio del segundo distrito, en el Departamento de Famaillá.
La municipalización, sin embargo, se hizo esperar en los hechos y la acción de los vecinos presionaba para que se hiciera realidad. Hacia 1865 se inauguró la plaza principal frente a la Iglesia Fundacional. El día del santo patrono San Isidro Labrador, el 17 de mayo, se realizó la ceremonia. Se instalaron nuevos jardines, se ensancharon las sendas peatonales y se instalaron juegos infantiles.
Finalmente, en 1886 se creó el municipio, aunque la organización institucional demorara unos años más. Aún así, la villa continuaba en crecimiento, tanto en densidad de población como en las actividades agroindustriales que allí se desarrollaban. La zona de Lules contaba con tres importantes ingenios: San Pablo, Mercedes y Lules. También contaban con curtiembres y aserraderos donde se construían carretas, y con la presencia del ferrocarril, desde 1876.
En el censo de 1889 Lules tenía más de 5000 habitantes. Las autoridades de la villa solicitaron, entonces, el apoyo para lograr la ansiada organización municipal. Sin embargo, con la creación de las Comisiones de Higiene y Fomento para poblaciones de más de 500 habitantes, Lules debió organizar una para hacerse cargo de la conservación de los caminos públicos y los servicios de orden municipal, así como también de los límites territoriales de la villa: al norte el río Lules; al sur la Reducción; al oeste las Tipas y al este las tierras de Padilla Hermanos. La Comisión en sus primeros años estuvo conformada por Justiniano Alurralde, Estratón Pantorrilla y Tomás Gray.
Tiempo después, hacia 1908, se creó el Concejo Deliberante y el Departamento Ejecutivo como principales órganos de poder. El Ejecutivo era ejercido por el intendente municipal que duraba dos años en su cargo, los Concejos tenían cinco miembros por el mismo período. Las obras avanzaban en Lules, lo que daba como resultado un crecimiento sostenido. A esto se sumó la llegada de inmigrantes que se incorporaron a la producción de toda clase de cultivos.
En 1913, el gobernador Ernesto Padilla proyectó una nueva ley de Higiene y Fomento, que se sancionó al año siguiente, con reglas sobre los impuestos que les correspondía percibir y sobre prohibiciones y penas para asegurar el cuidado de la naturaleza. Se crearon, entonces, nuevas Comisiones: el 16 de julio de 1913 se crearon las de San Pablo y Villa Nougués; el 2 de agosto, en San Felipe y Santa Bárbara.
En 1915 se creó el primer dispensario y en la década de 1940 se instaló una sucursal del banco de la Provincia. Finalmente, y a pesar de su crecimiento, la municipalización de Lules se concretó a mediados del siglo XX.
En 1826, llegó a Tucumán el francés Jean Nogués, originario de los Pirineos; había viajado a la Argentina luego de la caída de Napoléon Bonaparte. Se había involucrado en la causa revolucionaria y formado parte del ejército que acompañó al General San Martín.
Al llegar a tierras tucumanas, se sintió atraído por el paisaje del espacio que habían ocupado antes los jesuitas en la zona de Lules, y se instaló en San Pablo. Su hija, Josefa, se casó con José Padilla y uno de sus hijos fue el reconocido Ernesto Padilla, hombre de política y letras, tan destacado en la sociedad local.
Nougués se emparentó con la élite de la provincia, colocándose entre los más notables impulsores de reformas políticas, económicas, jurídicas y arquitectónicas para Tucumán. Este grupo participó activamente en la política local y nacional, sus integrantes ocuparon funciones como legisladores, diputados y senadores. Además, conformaron un grupo de pioneros en la agroindustria azucarera al instalar los primitivos trapiches.
Nougués no sólo cultivaba caña sino también trigo, cebada, maíz y arroz, tenía criaderos de bovinos, ovinos y mulares. Con el tiempo, adquirió cuatro estancias. Más tarde y luego de su muerte, sus hijos se pusieron al frente de su trabajo, ayudados por su primo León Rougés y Nougués, recién llegado de Francia.
El crecimiento de la actividad azucarera llevó a Tucumán a ocupar un lugar protagónico en la economía de la Nación, sobre todo con la llegada del ferrocarril a la provincia. La familia Nougués, desde su espacio en San Pablo, había alcanzado una importante posición en la vida empresaria azucarera.
A finales del siglo XIX, la familia Nougués levantó una pequeña villa veraniega en sus terrenos. La Villa Nougues surgió de una idea que tuvo Luis F. Nougués, el mayor de la segunda generación, quien fue el primer ingeniero civil diplomado, dueño de un ingenio azucarero
Muchos de los miembros de la familia, así como también amigos y allegados, construyeron casas para su estancia en el verano. En 1904 se creó la capilla con una gruta de la Virgen de Lourdes y se fundó la hostería Villa Nougues. Todas las construcciones de los primeros años de la Villa fueron realizadas con piedras de las canteras próximas, que le imprimieron un estilo propio.
Luego construyeron una escuela y el primer camino de montaña del país para llegar con seguridad. Fue Ernesto Padilla quien, en la Cámara de Diputados de la Nación, presentó un proyecto para la construcción del primer camino de montaña de la Argentina. El agua corriente y la energía eléctrica fueron proporcionadas hacia 1920, provenientes de las usinas de Lules.
El ingeniero Luis F. Nougués se dedicó a la política a la par de atender a las necesidades de la empresa familiar. En 1903 fundó un nuevo partido político, Unión Popular, y tuvo una destacada actuación como diputado y senador provincial. Hacia 1906 fue electo gobernador de Tucumán.
Fue una figura importante para la zona de Lules y San Pablo. No sólo impulsó la mencionada villa veraniega, sino que también proyectó la construcción de un funicular que uniera San Pablo con Villa Nougués. El proyecto fue presentado luego de su muerte, en 1921, por el ingeniero Teodoro Marfort. El objetivo perseguido era tanto turístico como industrial. Este primer proyecto no se llevó a cabo finalmente, pero luego se construiría en San Javier (ver funicular de Tucumán).
Si bien el cultivo de la caña ya existía en tiempos de los jesuitas, tras su expulsión, se dejó de cultivar en nuestro territorio. Posteriormente, José Eusebio Colombres reintrodujo la caña de azúcar a la Provincia, junto al primer trapiche de madera. Hacia 1830 nacieron curtiembres e ingenios en las haciendas y comenzaron a germinar los ingenios. En Lules, nacieron dos de los más importantes y antiguos ingenios de Tucumán: San Pablo y Mercedes.
Jean Nougués fundó, además del ingenio San Pablo, un aserradero, una curtiembre y un molino harinero. Los Padilla, antiguos pobladores de Lules, fundaron el “Mercedes”, comercializando su propia producción de azúcares y aguardientes, con almacenes ubicados también en Monteros y en Salta.
Tras diversas complicaciones por el rudimentario proceso de producción, los reclamos laborales de los trabajadores y los vaivenes de la política y la economía de las primeras décadas, la llegada del ferrocarril y otros incentivos y apoyos estatales fueron forjando la industria azucarera en la provincia, la primera en el noroeste del país. A partir de los años ochenta, la modernización de los ingenios y el ferrocarril colaboraron para que aumentara el consumo del azúcar tucumano y se abasteciera al resto del país.
Para paliar el efecto del clima y de las plagas sobre las cosechas, por iniciativa de Luis F. Nougués, propietario del ingenio San Pablo, se introdujo un nuevo tipo de caña a la Provincia, la java, que iba a reemplazar a la de variedad criolla. En 1908, además, se creó la Estación Experimental Agrícola de Tucumán, para trabajar en el mejoramiento y fomento de los cultivos en la provincia, implementar y aclimatar las nuevas variedades y controlar las plagas.
En esta primera década del siglo XX, sin embargo, la caña vivió un período de crisis relacionado a la plaga del “mosaico”, que afectó fundamentalmente a pequeños y medianos cañeros y, como consecuencia, se produjo una fragmentación y disminución de la pequeña y mediana propiedad y una consolidación de los latifundios. Esto provocó la diversificación de los cultivos.
En Lules, de la mano de la numerosa inmigración italiana, las áreas que antes estaban destinadas al cultivo de la caña mayoritariamente, fueron reemplazadas por hortalizas. Muchos arrendaron las tierras y trabajaron a tiempo compartido entre sus cosechas y en el ingenio en tiempo de zafra.
El ingenio Mercedes fue fundado por la familia Padilla, una de las más antiguas en Tucumán, afincada en los territorios del actual Departamento de Lules. El primero fue Manuel Pérez de Padilla, quien llegó en 1772. Era de origen español y tuvo una destacada actuación en la política tucumana, fue miembro del Cabildo y participó activamente como comandante durante las invasiones inglesas.
El Cabildo le otorgó la concesión de algunos terrenos fuera de la ciudad de San Miguel de Tucumán. El segundo de sus hijos se casó con una integrante de la familia Cárdenas, de la que heredó tierras en Lules, como se dijo anteriormente. Este matrimonio vivió en esta propiedad, cercana a la ciudad de San Isidro de Lules, y allí se dedicó a la producción de ganado y luego a la caña de azúcar. En 1830 instalaron un primer trapiche, muy rudimentario.
Más adelante, los hermanos José e Isaías Padilla se hicieron cargo de la empresa familiar e iniciaron la modernización de la fábrica. Fundaron entonces el ingenio Mercedes y una firma comercial privada, “Padilla Hermanos”.
El ingenio Mercedes desarrolló una notable acción social en la comunidad de sus trabajadores: un hospital propio con entrega gratuita de medicamentos, una maternidad, primeros auxilios, creado a partir de un proyecto del gobernador Ernesto Padilla en 1915; instalaciones deportivas, club social, centro obrero, bibliotecas, banda de música, oratorio y escuela. A los obreros permanentes se les daba vivienda, una especie de jubilación, sueldo íntegro y ración en caso de accidentes de trabajo y “por fallecimiento se le otorgaba a la viuda sueldo y ración hasta que se casara o los hijos comenzaran a trabajar”.
La familia Padilla tuvo entre sus miembros a destacados participantes de la política en Tucumán. Tiburcio Padilla fue gobernador entre 1875 y 1877 y, desde su posición, incentivó a la industria azucarera. Sus hermanos José e Isaías se dedicaron en mayor medida a la actividad industrial, pero también desempeñaron cargos públicos: José fue intendente capitalino y ambos hermanos ocuparon bancas legislativas.
José Padilla, además de su propia empresa familiar, contrajo matrimonio con Josefa Nougués Romero, heredera propietaria del ingenio San Pablo. Ambas familias fueron muy influyentes tanto en la política como en el incentivo y el crecimiento cultural en Tucumán.
Por otro lado, en el ámbito de la educación fueron muy importantes las denominadas “escuelas de ingenios”. , que se encontraban dentro del ingenio y eran sostenidas por éste. En el ingenio Mercedes, existía la escuela “Nuevo Sol” (en la actualidad, Escuela N° 251).
La década del sesenta trajo consigo la decadencia del Mercedes, que fue comprado por el propietario del gran ingenio Ledesma de Jujuy. En 1967 cerró, dejó a 1700 trabajadores sin empleo y muchos tuvieron que emigrar.
Jean Nougués fundó este ingenio, entre 1827 y 1832, según distintos autores. Este inmigrante francés estableció una fábrica para la industrialización del azúcar con un trapiche de madera, más un aserradero, curtiduría y molino harinero. Sus hijos luego se hicieron cargo de la empresa familiar.
La firma “Hermanos Nougués” se dedicó al cultivo de la caña y su industrialización, así como de los molinos harineros y el aserradero, donde se trabajaba el nogal, cedro, tipa, laurel, tarco, pacará, entre las maderas más importantes de la zona.
La empresa fue creciendo, también favorecida por la llegada del ferrocarril. Hacia 1881 incorporaron los trapiches de tecnología francesa “Five Lille” y dos motores a vapor, con lo cual alcanzaron una producción importante. Un poco menos de la mitad de las tierras cañeras de la Provincia eran cultivadas por los Nougués.
Los miembros de esta familia también fueron influyentes en la política de la provincia de Tucumán. Miguel M. Nougués fue gobernador entre 1880 y 1882 y su gestión se destacó por su preocupación por la educación. Asimismo, encargó a especialistas, entre los que se encontraba Paul Groussac, la escritura de una memoria descriptiva de las manifestaciones agrícolas e industriales de la Provincia. Groussac publicó así, en 1882, la Memoria Histórica y Descriptiva de la Provincia de Tucumán.
También el ingenio San Pablo desarrolló una importante acción social: contaba con una capilla, un hospital con diversas salas (entre ellas un consultorio de sífilis), campo de deportes, jubilaciones, club social, reparto de leche gratis, escuela y becas para niños, biblioteca, pileta de natación y el Club Deportivo San Pablo. En el Club Deportivo se practicaba fútbol, básquet, tenis y palitroque.
En 1894 se abrió una escuela, la Elemental San Pablo, de carácter provincial, y luego se fundó otra escuela en Villa Nougués, ambas especialmente destinadas a los hijos de los trabajadores del ingenio. En 1918 el ingenio contaba con un hospital de avanzada para la época, provisto de salas de consulta, de curaciones, operaciones y un quirófano; también cabinas de agua fría y caliente para la higiene de los obreros. Además, contaba con dos salas de internaciones.
La familia Nougués ejerció una importante acción social en San Pablo, basada en la doctrina social de la iglesia católica, a la que adhería; por lo que las actividades religiosas en el ingenio eran muy importantes.
Hacia 1940, San Pablo era una de las más importantes y productivas agroindustrias de la provincia y su crecimiento continuó, aun en las épocas más difíciles para la industria azucarera. En la década de 1990, frente al ajuste implementado por el gobierno nacional, finalmente terminó cerrando sus puertas, lo que generó serios problemas para un pueblo que vivía alrededor de esta industria.
Clodomiro Hileret fundó, en 1879, el ingenio Lules, cercano a la ciudad de San Isidro, en la margen izquierda del río Lules. Hileret, de origen francés, se había iniciado en la industria ferroviaria y se quedó en Tucumán cuando participó en la construcción del Central Córdoba.
En el predio del ingenio se construyó un importante acueducto: la toma de agua fue lo que le dio el nombre con el que lo conocían los contemporáneos y con el que pasaría a la historia: “La Bomba i’ Lules”. La fábrica se encontraba en el centro y, a sus costados, dos almacenes para el azúcar y el aguardiente.
En este ingenio funcionaba la estación del tren, que formaba parte del ramal que unía Tucumán con Villa Alberdi, denominado “El Provincial” porque no excedía los límites de Tucumán. El recorrido del Ferrocarril Central Norte se completó hacia 1889, con lo cual se unió la zona cañera de Tucumán. Por Lules pasaban las líneas del denominado Provincial, así como las del Central Córdoba.
Una de las escuelas de Lules, conocida como “La Capilla”, se trasladó al ingenio: era la escuela en la que ejerció la maestra Lastenia Blanco y de la que fue directora. Luego del cierre del ingenio, se la conoció como la escuela del ex ingenio y, en 1977, se resolvió cambiar el nombre por el de la maestra ilustre.
Ligado al nombre del fundador del ingenio, Hileret, se encuentra el mito de El familiar, porque fue el primero en conseguir los créditos para crear el ingenio:
Nació entre cañaverales, a través de la creencia de que los dueños de ingenios debían su riqueza y poder al pacto realizado con el mal, con el demonio. Él venía a la tierra encarnado en un enorme perro negro, con ojos feroces y brillantes como el fuego, que arrastraba cadenas. Devoraba hombres, en cumplimiento de su función de guardián de las riquezas que otorgaba el demonio. Necesitaba alimentarse de vidas humanas. Fue el mito más extendido en las tierras azucareras.
Veinte años después de su apertura, en 1899, el ingenio Lules cerraba sus puertas, ya que su dueño había fundado otro ingenio, el Santa Ana, en Río Chico. Años más tarde, las propiedades del ex ingenio fueron adquiridas por los hermanos Nougués a fin de incrementar la producción del San Pablo.
En 1884, Juan Videla fundó un establecimiento azucarero en la zona del Manantial. Este empresario fue uno de los principales impulsores de la creación del Centro Azucarero Argentino. En 1902, se suicidó en medio del contexto de crisis del sector azucarero de ese año.
El ingenio fue adquirido por William John Hill, director técnico de la fábrica en sus inicios. Hill fundó la Compañía Azucarera ingenio El Manantial, a la que equipó con modernas maquinarias inglesas. Si bien el ingenio se encontraba cercano al arroyo Manantial, hizo construir un importante pozo surgente, el primero en Tucumán.
En 1919, la familia Hill gestionó el traslado de la escuela de Ojo de Agua, ya que la mayor población se encontraba cercana al ingenio. Ese mismo año, falleció William Hill y se hizo cargo de la fábrica su hijo Percival.
Luego de algunos años de importante producción, el ingenio cerró en 1944. No quedaron rastros del ingenio, pero sí un espacio importante con flora silvestre, el parque Percy Hill, ubicado en el actual Municipio de Yerba Buena, donado por la familia Hill.
Con la llegada del ferrocarril y las políticas inmigratorias argentinas, hacia 1880 llegó una importante oleada de inmigrantes a Tucumán, especialmente a Lules. Principalmente era de origen italiano, atraída por el desarrollo económico de esta zona, fue espontánea y se mantuvo estable con el correr de los años.
Entre 1880 y 1910, llegó el mayor contingente de inmigrantes italianos a Lules para transformarlo. Los cambios se dieron en la organización y las actividades agrícolas, sobresalieron en el desarrollo de cultivos frutales como las vides, los naranjos y limoneros, así como hortalizas y legumbres.
El atractivo de la zona radicaba en que era un espacio de importante desarrollo en la agricultura y la industria azucarera. En un principio, los inmigrantes arrendaron las tierras para trabajar a pequeños y medianos cañeros. Incluso la Compañía Mercedes SA había cedido tierras en arriendo, todo esto debido a la crisis de superproducción azucarera de 1894.
Una característica de esta primera inmigración en Lules, fue el culto por el trabajo, así como por su familia y su apellido. Cultivaron la ética y la responsabilidad civil de tener un trabajo y procurar un crecimiento y bienestar para sus familias, que muchos formaron al contraer matrimonio en tierras luleñas. Con el pasar de los años, muchos se convirtieron en propietarios.
Entre inmigrantes se estableció una importante red de solidaridad que también se extendió a las relaciones con los lugareños. Una de las formas eran las Sociedades de Socorros Mutuos, cuyo objetivo principal era poder ayudar en cuestiones que se presentaran en la vida diaria, en momentos de enfermedad, cuidado de ancianos o fallecimientos. En el caso de aquellas que nucleaban a los extranjeros, también procuraban mantener las tradiciones, el idioma y las relaciones con el lugar de origen. Las primeras sociedades fueron creadas hacia 1890 y luego su número aumentó en las primeras décadas del siglo XX.
La religión fue otro factor de integración para los extranjeros en la sociedad luleña, ya que los inmigrantes italianos eran en su mayoría católicos y esa era la fe que se profesaba en el lugar. Las celebraciones religiosas, como las del Santo Patrono, San Isidro Labrador, y las procesiones se convirtieron en espacios de integración y socialización.
El desarrollo de la actividad agrícola, con el cultivo de hortalizas, frutas y legumbres imprimieron una particularidad al progreso de la región, que fue favorecida por el mejoramiento de caminos y vías de comunicación, como el funcionamiento de la ruta 38, junto al puente y al ferrocarril.
Con el objetivo de fomentar esta actividad y contribuir a su crecimiento, comenzaron los primeros intentos asociativos hacia 1919, con la Sociedad Quinteros de Lules. Luego se conformó la Cooperativa Hortícola y Citrícola “La Luleña”, cuya actividad se inició en la década del sesenta y continúa hasta la actualidad.
También los sirios y libaneses conformaron un importante grupo inmigratorio en Lules y se insertaron en otros ámbitos de la economía, como el comercio, incentivando su desarrollo en el lugar.
Este grupo de inmigrantes no era homogéneo y provenía de diferentes regiones, escapando de las persecuciones del Imperio Otomano. Tampoco representaban el tipo de inmigración blanca europea del imaginario nacional. A esto se sumaban sus dificultades con la lengua y la religión, ya que la mayoría de ellos eran cristianos ortodoxos, pero también se encontraban musulmanes, maronitas y judíos. Una característica de este tipo de inmigración fue el hecho de que se trasladaron familias enteras y no tanto hombres solos que formaran vínculos con los nacionales.
Entre 1909 y 1914 llegaron una gran cantidad de inmigrantes sirios y libaneses que se instalaron en la capital y en el Departamento de Famaillá, sobre todo en la zona de Lules. Como no contaban con medios económicos y tenían dificultades con el lenguaje, los artículos de venta de tienda y mercería les otorgaron la oportunidad de trabajo. Se ubicaron entonces en el sector terciario, desarrollando las actividades de venta ambulante, tiendas y comercios de tejidos, bazares, almacenes, librerías y rubros generales. Esta actividad ambulante les permitió aprender la lengua y relacionarse con la cultura local.
Se destacó la figura de José Halle, quien llegó a Lules hacia 1919, e hizo un aporte fundamental para la sociedad al ser el pionero en el transporte público luleño. En la década de 1930 fundó la empresa de ómnibus El Provincial, la cual continúa existiendo hasta nuestros días. A través de este moderno medio de transporte, acortó las distancias entre Lules y la capital tucumana.
A partir de la década de 1930, un nuevo fenómeno inmigratorio atravesó el país: el de habitantes de los países vecinos. Los años cincuenta y especialmente sesenta del siglo XX fueron complejos para la agricultura: entre los vaivenes económicos y las crisis, se encontraba también la situación de la tercera generación familia inmigrante, que había estudiado en la Universidad y ejercía su profesión de abogado o médico, generalmente. Esto trajo aparejada una importante falta de mano de obra para el trabajo agrícola. Esta compleja situación llevó a que muchos empezaran a vender o arrendar parte de sus tierras, así como a iniciar la diversificación de los cultivos, en particular, empezaron a optar por el de la frutilla. Durante los primeros años, el flujo inmigratorio, principalmente desde Bolivia, no fue abundante en la provincia, ya que Tucumán era considerada un lugar de paso en un circuito de trabajo de la cosecha entre el NOA y Mendoza o Río Negro. Se trataba de una mano de obra temporaria, en negro y con condiciones de vida de los trabajadores muy precarias.
De a poco, sobre todo Lules, empezó a atraer más mano de obra estable y permanente, por la necesidad de mayor cantidad de agricultores, sobre todo de la frutilla.
A principios de la década de 1980, la crisis minera y económica de Bolivia produjo que una mayor cantidad de habitantes de ese país migrara en busca de trabajo. Así, se fue conformando una importante comunidad boliviana en Lules, que fue creciendo en número y en el mejoramiento de sus condiciones de vida. Las áreas rurales en donde se establecieron los extranjeros fueron la Quebrada, ex ingenio Lules, El Tuyango, Las Moreras, Yerba Huasi, ex ingenio Mercedes y Las Tipas. Se establecieron en barrios periféricos urbanos como El Oratorio, UOM y Villa del Carmen.
En la década siguiente, el crecimiento de la mano de obra boliviana aumentó. Ya muchos eran residentes en barrios urbanos y propietarios de tierras, la producción se concentró en el cultivo de la frutilla. Además, se registró una nueva generación de niños nacidos en Lules y escolarizados.
En 1991 se produjo en la comunidad boliviana un brote de tuberculosis que generó polémicas, cruces políticos y dejó al desnudo las condiciones de vida y sanitarias a las que estaban expuestos los miembros de esta comunidad, sin servicios asistenciales, viviendas precarias y sin cloacas. Muchos inmigrantes comenzaron a tramitar el carnet de sanidad, para demostrar que no había tal epidemia y que estaban en perfectas condiciones para el trabajo. Un año después se repitió el escenario, esta vez con la amenaza de un brote de cólera.
Estas situaciones dejaron al descubierto el crecimiento de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social producto de las políticas neoliberales de los años 90. En su país de origen, la mayoría de estos inmigrantes formaban parte de sectores muy pobres y su llegada a Argentina no modificó este estatus socioeconómico.
Con todo, a fuerza de trabajo en la agricultura, muchos de estos inmigrantes mejoraron sus condiciones. A fin de protegerse y proteger su trabajo, conformaron la Cooperativa “6 de agosto” (por el Día de la Independencia de su país), la cual, desde principios del año 2000, ha sido beneficiada con subsidios para ayudar a la producción. La inmigración boliviana es un gran aporte a la comunidad luleña y le imprimió sus propias particularidades culturales.
En la década de 1960 la provincia estuvo ligada a una dura crisis del sector azucarero, la cual involucraba a pequeños, medianos y grandes cañeros, obreros, peones e industriales. Con el cierre de los ingenios esta crisis se agudizó. El desmantelamiento y cierre de los ingenios provocó diversos conflictos sociales, económicos, políticos y hasta demográficos. Por decisión del gobierno de facto de Onganía se cerraron los ingenios Mercedes, Los Ralos, San José, Amalia, San Ramón y Santa Lucía.
En 1966 el ingenio Mercedes pertenecía al empresario Herminio Arrieta, quien también era dueño del ingenio Ledesma en Jujuy. A pesar de que el Mercedes no le ocasionaba pérdida, le era más rentable mantener el Ledesma abierto y disponer la clausura de el Mercedes. Allí, antes de que se produzca el cierre total, la patronal decidió despedir a los trabajadores y paralizar la actividad momentáneamente. Esto llevó a obreros y empleados del ingenio a reunirse en asamblea y decidieron no aceptar el preaviso de despidos.
A esta organización se le sumaron trabajadores de otros ingenios. En la sede del Sindicato de Obreros de Fábrica y Surco del ingenio San Pablo se realizó una asamblea con una gran cantidad de trabajadores. Por su parte, los obreros tomaron el Mercedes, debido a la falta de pago, y además instalaron una olla popular. Durante la toma del ingenio bloquearon los portones de acceso con vagonetas y carros cañeros; y en este levantamiento se tomaron rehenes. Mantuvieron la ocupación por veinte días.
A raíz de esta medida, la Compañía Mercedes SA fue intimada por la Subsecretaría de Trabajo para que cesara los despidos y para que reincorporara a todos los obreros y empleados que habían sido despedidos.
A principios del año 1967 se sancionaron las leyes N° 17134 y 17222 en las que se establecía ratificar los convenios entre el Estado y los industriales de los ingenios San José, Los Ralos, Amalia, Santa Lucía, Mercedes y San Ramón, que comprometían a parar la actividad azucarera, con el consiguiente cierre y desmantelamiento de las fábricas.
El cierre del Mercedes significó un duro golpe para Lules, ya que tenían una gran cantidad de empleados temporarios que residían en la zona durante el periodo de zafra. Se produjeron migraciones masivas y algunos intentos de retomar alguna actividad agrícola a través de cooperativas, pero no pudieron sostenerse en el tiempo.
A pesar de la ley de municipalización de 1867 y diversos intentos, Lules logró hacer efectiva su organización municipal a mediados del siglo XX.
En el año 1955, se daba inicio a lo que se denominó como “Revolución Libertadora” que derrocó a Perón, contexto en el que Tucumán fue intervenida. En 1956, cuando estaba a cargo del interventor Antonio Vieyra Spangenberg, se municipalizó Lules por medio del decreto-ley 146, que también abarcaba a Famaillá y Simoca.
A partir de su municipalización, Lules iba a regirse por sí misma, sin necesidad de depender de ningún otro espacio. En este momento iniciaba su momento de verdadera autonomía, pero esta traía consigo mucha responsabilidad, se debía brindar educación civil a todos los habitantes.
En 1963 fue electo intendente José Manuel Guerra, que provenía de una familia de inmigrantes españoles comerciantes de la zona que se dedicaron al rubro de la panadería. A inicios del siglo XX habían fundado la panadería Flor de España, en ese sitio actualmente se encuentra la panadería Martínez.
José Manuel Guerra dejó la intendencia en 1971, fue el primer intendente que elegido constitucionalmente también fue confirmado por los gobiernos de facto. Durante los años 1972 y 1983 se sucedieron Ramón Bonilla, Humberto Corvalán y Juan Padilla, los tres eran personalidades del lugar con gran trayectoria. En 1983, por medio del acto electoral fue electo René Delgadino. A partir de la ley n° 4671, se empezó a llamar Departamento al espacio geográfico compuesto por el Municipio de Lules y las comunas de San Pablo, Villa Nougués, El Manantial, San Felipe y Santa Bárbara.